Niños de la calle

En las grises calles de las ciudades
o en áridas tierras de pueblos perdidos,
por doquier deambulan entre vicio y mugre
las caritas sucias de ojos dolidos, 
de manos vacías, de sueños sombríos
que a sus cortos años pasmados descubren
un mundo egoísta de ambición y muerte,
que los abandona a su incierta suerte.

Y así los critican porque son rateros,
porque inhalan pasta y son agresivos,
porque a nadie aman, porque son ateos,
porque son escoria, ¡niños no queridos!

Porque nada hacemos para conquistar
el derecho de esos niños que imploran piedad
¡Que si consumen droga es para olvidar
que son el oprobio de esta cruel sociedad!

Somos culpables de sus almas dolidas,
de sus puños crispados, de su agresividad,
si nunca han sentido unas manos amigas,
¿cómo exigirles que sepan amar?

Qué vergüenza siento de tanta inmundicia
porque tengo oídos y no sé escuchar,
esas voces tiernas que claman justicia
y que el mismo mundo parece ignorar.

Qué triste que el hambre los queme por dentro,
que sus ojos secos no sepan llorar,
y su voz se pierda como hoja al viento
al oído sordo de mi sociedad.

Qué triste que tengan al cielo por techo,
periódicos viejos para sosegar,
el frío que cala muy hondo en los huesos

en las largas noches de su soledad.

¡Qué vergüenza siento por no reparar,
en que soy culpable por complicidad!

Belisario Luis Romano

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